lunes, 14 de mayo de 2012


Hola toda la linda gente:
Aquí estamos, escribiendo un poco. 
Buscando caminos nuevos, he descubierto alguna que otra cosa, por no decir varias, todas más que interesantes.
Hace mucho y por cuestiones que no vienen al caso, incorporé a mi vida el decir con total convencimiento " todo tiene que ver con todo". Me pareció desde siempre que estábamos todos íntimamente relacionados como seres vivos y que cada una de nuestras acciones repercutía invariablemente en un todo, aunque muchos no quisieran o no pudieran hacerse cargo de ver más que  su entorno.  La cuestión es que, con el paso de los años y aprendiendo algo por aquí y algo por allá, comprendí que el todo tiene que ver con todo, era una frase y un hecho realmente enorme. Tal vez fue cuando visitando la huerta orgánica de una amiga y viendo lo que para mí era claramente un yuyo, quise colaborar arrancándolo; luego de un grito que me paralizó, mi amiga me explicó con paciencia que el cumplía su función en la huerta, así como algunos insectos que revoloteaban con cierta insistencia sobre las verduras. Tal vez fue la vez siguiente en otra huerta orgánica más grande, donde los copetes bien anaranjados se mezclaban sin ningún esfuerzo entre lechugas y zapallos, aprendiendo que se plantan entre medio de las verduras para que atraigan determinado tipo de insectos dañinos para los demás que solamente identifican dos o tres colores, entre ellos el naranja.
Y me remito a las huertas orgánicas porque es un primer paso simple para comprender estas relaciones que todos tenemos con todos y la enorme responsabilidad que eso significa.
Este escrito que sigue, dice sobre estas relaciones complejas que tiene la naturaleza a la que pertenecemos, para que entendamos de una vez si es que ya no lo hicimos, que ninguna decisión y/o la acción que le corresponda, que llevemos adelante, se produce independientemente de lo demás.

Paradigma de la multiplicidad
Durante el siglo veinte surgieron otras miradas desde el ámbito científico. La física cuántica, al entrar en el mundo de las partículas subatómicas, se encuentra con que en vez de fragmentaciones cada vez más pequeñas lo que existe es una compleja red de relaciones: el mundo subatómico no está formado por materia, sino por manojos de energía, pura actividad. En la divulgación de estas ideas han sido pioneros los trabajos del físico Fritjoff Capra, entre ellos los libros el Tao de la física (1975) y El punto crucial (1982). Otras vertientes de lo que algunos llaman paradigma de la complejidad, son la teoría del caos, la teoría general de sistemas y la termodinámica de sistemas abiertos. El todo es más que la suma de sus partes. Nosotros preferimos hablar de un paradigma de la multiplicidad, matrices complejas multidimensionales que integran múltiples variables.
Al definir los sistemas ecológicos, el ecólogo catalán Ramón Margalef (1993) argumentó que en la naturaleza existen relaciones complejas de complementariedad entre una enorme diversidad de seres, lo cual produce una gran estabilidad. Es decir, en la naturaleza la diversidad produce estabilidad, algo completamente opuesto al empeño reduccionista de reducir la complejidad de los sistemas para controlarlos. El ser humano también forma parte de los ecosistemas, de la enorme diversidad de seres vivos, sistemas geográficos (montañas, lagos, ríos), de los fenómenos climáticos. Es decir, forma parte de toda una dinámica interrelación. Otro trabajo que podemos situar en la base de un pensamiento ecologista que integra lo humano es la crítica profética sobre el impacto negativo del uso de plaguicidas de Raquel Carson en su libro Silent Springs (1962).
Según la cosmovisión de muchos pueblos originarios, todo lo que existe forma parte de un complejo entramado de relaciones que se vivencia desde una perspectiva unitaria, tanto en cuanto a sus componentes como a las dinámicas mediantes las cuales interactúan las entidades que conforman la realidad. En estas cosmovisiones no hay escisión entre la naturaleza y lo humano. El concepto del ayllu, de los pueblos andinos quechua y aimara, es un excelente ejemplo de una cosmovisión que explica a las sociedades humanas y la naturaleza como un todo integrado con criterios estructurales paralelos que abarcan a los recursos naturales, el clima, la organización social, la agricultura, la cultura y el plano espiritual, lo cual brinda una gran estabilidad.
Esta manera integrada e integradora permitió a la humanidad producir alimentos para desarrollar sociedades complejas y sustentar civilizaciones como las mesopotámicas, egipcias, etíopes, incas, aztecas y mayas, las mediterráneas cretense, griegas y romanas, hasta los imperios europeos post-renacentistas, franceses, españoles e ingleses, y llegar a los inicios del siglo veinte con una base de recursos naturales agrícolas en excelentes condiciones. Sostenemos que los pueblos originarios y las comunidades agrícolas, cultural y ecosistémicamente arraigadas, tienen el mejor expediente histórico de manejo sustentable de la naturaleza entre aquellos que habitamos la Tierra.

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