domingo, 24 de febrero de 2013

Hola toda la gente:
Mucha agua ha pasado bajo el puente o lo que es lo mismo, mucho tiempo ha pasado desde que escribiera en el blog. Hay momentos en que es necesario detenerse y mirar en detalle los caminos que se nos ofrecen para decidir a conciencia y con ánimo de crecer, el que nos parezca mejor.
En eso estuvimos, en eso aún estamos, pero ya más claros.
Comprender profundamente la problemática ambiental nos acerca de otra manera a la vida, cambia nuestra mirada respecto a muchos conceptos, a definiciones y hasta sobre la forma de ser humanos que teníamos. Cuando nos damos cuenta de la enormidad del daño que causamos a partir de elecciones diarias que tomamos hasta mecánicamente, la responsabilidad que aceptamos es también enorme.
De pronto y por tiempos mínimos pero importantes, las palabras pierden sentido ante los sentimientos que se potencian ante los sucesos que nos van marcando a diario.
Un hombre cercano al refugio donde nos reunimos por nuestras reuniones ambientales le pegó un palazo a un perro, "el Negro" que dejaron hace un tiempo largo abandonado y que es un poco de todos. Le pegó tan fuerte que le quebró la pata, la que, según el veterinario no puede recuperarse. El animal no le hizo nada. Y fue a recluirse  en los pastizales lleno de dolor hasta que pudo moverse para pedir auxilio, flaco por los días sin alimentarse y dolorido, aún así vino a mi encuentro moviendo la cola cuando llegué al lugar.
Entonces me quedo sin escribir, porque no puedo decir palabra que me resulte ciertamente honesta sin teñirla de rabia escondida, de impotencia, de dolor. ¿Cómo puedo hablar de problemáticas ambientales si no hablo del Negro tullido de por vida por los enojos que un hombre decidió descargar sobre él solamente porque pudo.
Puedo decir que el Negro es enorme, fuerte, musculoso, que de haber tenido un poco apenas de maldad hubiera hecho con el hombre lo que se le hubiera ocurrido, pero no.  El Negro pelea cuando lo provocan solamente y con otros perros de su tamaño, ni siquiera con los más chicos, comparte la comida que caza con una perrita que anda también por ahí, llora cuando nos ve llegar y sale a nuestro encuentro corriendo y moviendo la cola. Me sigue a todas partes y aprende muy rápido las indicaciones sin necesidad de gritos siquiera.  Llora muy fuerte si se lo encierra, porque le gusta ser libre y andar por los campos de los alrededores.
Aún ahora en sus tres patas fuertes, me sigue en los paseos, me muestra su panza para los mimos y mantiene su carácter de siempre.
Estoy triste, esa es la verdad, me escucho hablar de hidrocarburos, de fractura hidráulica, de pasteras, de enormes proyectos mineros, de mega empresas terriblemente contaminantes que se instalan en nuestro país y dentro de él en nuestra zona. Sé que debo decirlo, sé que debo continuar concientizando, dando a conocer alternativas para que podamos intentar lograr los cambios que urgentemente necesitamos para lograr una mejor vida. Lo sé. Pero sé también de los grados de evolución que podemos alcanzar como seres humanos que somos, sé que esos grados se alcanzan en tiempos y de formas diferentes. Lo que no sé, es como llevar con calma, con templanza y sin rabia, el sentimiento y el conocimiento de todo esto que sé mientras miro los ojos del Negro y escucho sus pequeños gemidos (porque todavía le duele el golpe según como se sienta). Algo tan pequeño, tan mínimo  que uno espera de los hombres y que no está en tantos casos.
Y después un periodista que manejaba borracho por una autopista de Buenos Aires, chocó a un hombre que iba a trabajar en su bicicleta y por 17 km lo llevó muerto sobre el capot  del auto sin detenerse ni un momento. Se detuvo solamente al llegar al peaje y ahí la chica de la cabina llamó a las autoridades porque sino el periodista tampoco hubiera hecho nada.
Y un marido prendió fuego a su mujer.  Y un muchacho de 23 años se quitó la vida porque el mundo no tiene remedio. Y un funcionario corrupto tuvo que rodearse de 900 efectivos de seguridad  para poder asistir a un acto público donde fue silbado y sonreía.
Pero aún así pienso que podemos cambiar, que podemos ser mejores, que podemos evolucionar y despertar y hacernos entre todos y para todos, una vida mejor.
Abrazos.
En la foto, el Negro posando con un hueso antes del golpe

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