jueves, 8 de abril de 2010

NOS GUSTA GALEANO...
Más allá de gustarnos Galeano y su claridad para ver y escribir la realidad del mundo, aclaramos que esta es nuestra perspectiva respecto a, por ejemplo este tema en particular. Creemos desde CUATRO GATOS LOCOS que nunca como ahora tuvimos tantos medios de comunicación al alcance de la mano y nunca como ahora, estuvimos, como estamos, tan incomunicados. La comunicación no se limita a la transmición eficiente de información, la veracidad de las noticias, una objetividad necesaria. La comunicación es mucho más, es confianza en quienes nos rodean, es respeto, es valores, es defensa de la cultura, es amor a la tierra, entre otras cosas. Creemos que sí, desde los países desarrollados envían consignas para dominar desde diversos frentes, sutiles para la gran mayoría, invisibles para muchos, pero también debemos hacernos cargo de lo que nos corresponde, nos pasa porque vivimos mirando hacia afuera. Todo (o la gran mayoría) de lo que hacen afuera es mejor, se confunde políticos con patria, y el pueblo en muchos aspectos se desentiende de sus responsabilidades como ciudadano. Por eso estamos incomunicados, cuando cada uno tira de su propio carro, sin mirar los carros de al lado y hasta desconfiando de ellos, la comunicación se hace difícil.
Poli Echevarría

Eduardo Galeano
Hacia una sociedad de la incomunicación (fragmento)

" El mundo nunca ha sido tan desigual económicamente ni tan igualizador en cambio en relación con las ideas y la moral. Hay una uniformidad obligatoria, hostil a la diversidad cultural del planeta. La nivelación cultural ni siquiera puede medirse. Los medios de comunicación de la era electrónica al servicio de la incomunicación humana están imponiendo la adoración unánime de los valores de la sociedad neoliberal. Jamás la tecnología de las comunicaciones estuvo perfeccionada; y sin embargo nuestro mundo se parece cada día más a un reino de mudos. La propiedad de los medios masivos se concentra más y más en pocas manos; los medios dominantes están controlados por un puñado de poderosos que tienen el poder para dirigirse al mayor número de ciudadanos a través del planeta. Nunca antes tantos hombres fueron mantenidos en la incomunicación por un grupo tan pequeño.
El número de aquellos que tienen derecho a escuchar y a mirar no cesa de aumentar, mientras que se reduce vertiginosamente la cantidad de los que poseen el privilegio de informar, de expresarse, de crear. La dictadura única, impone en todas partes un mismo modo de vida, y confiere el título de ciudadano ejemplar al consumidor dócil, a escala planetaria, con arreglo a un modelo propuesto para la televisión comercial norteamericana.
El ejemplo de la mayor televisión pública europea está muy lejos de haberse internacionalizado; en revancha, las cuatro esquinas del globo y la propia Europa, han resultado conquistadas por ese venenoso coctel de sangre, de Valium y de publicidad que caracteriza a la televisión privada de los Estados Unidos.
En ese mismo mundo sin alma que nos presentan los medios como el único posible, los mercados han sustituido a los pueblos; los consumidores a los ciudadanos, las empresas a las naciones y a las ciudades. Las competencias comerciales a las relaciones humanas. Nunca antes la economía mundial fue tan poco democrática, y jamás el mundo más escandalosamente injusto. Las desigualdades, según las cifras de las Naciones Unidas y el Banco Mundial, se han duplicado.
Ese mundo de finales de siglo, paradisíaco para algunos e infernal para la mayoría está marcado con hierro rojo por una paradoja. En primer lugar, la economía mundial necesita un mercado en perpetua expansión para que las tasas de beneficio no se desplomen. Al propio tiempo precisa, por idénticas razones, de brazos que trabajen a precios de miseria en los países del Sur y del Este.
Segunda paradoja, corolario de la primera: el Norte dicta, de manera cada vez más autoritaria, órdenes a esos países del Sur y del Este para que importen y consuman más, pero lo que en ellos se multiplica son las mafias, la corrupción y la inseguridad. Las neo-sociedades de consumo emiten mensajes de muerte. La varita mágica de los créditos, la deuda externa que se hincha hasta la explosión permite procurar nuevos productos inútiles a la mayoría de los consumidores. La televisión se encarga de transformar en necesidades reales las demandas artificiales que el Norte inventa sin cesar y que expande exitosamente en todo el mundo. Incluso, en las heladas aguas del mercado, los náufragos son más numerosos que los que disfrutan de la travesía. "

No hay comentarios: